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martes, 10 de noviembre de 2020

#OPINIÓN: Pandemia de precariedad por Silvia Gambarte

 


«Si algo está dejando patente la situación que estamos viviendo es lo altamente precarizado que se encuentra nuestro mercado laboral. Y esa precarización creciente no hay “medida parche” que la revierta, más aún cuando hay muchos interesados en no acabar con ella porque así les resulta más fácil encontrar mano de obra barata.


Empresarios que se valen de jóvenes y no tan jóvenes para hacer que este país tenga la tasa de temporalidad más alta de Europa. Según los datos de la última Encuesta de Población Activa, el 24,2 % de los trabajadores tienen un contrato temporal. En Euskadi, con un 21,3 %, la tasa sigue siendo alta. Cuando se decretó el estado de alarma estos trabajadores fueron los primeros que perdieron su trabajo. Sus empleadores decidieron mandarlos a la calle pese a que muchos debían haber sido incluidos en los ERTE.

La precariedad también afecta a quienes tienen contratos parciales. Y esa parcialidad tiene cara y nombre de mujer. En España un 6,8% de los contratos firmados por hombres son a tiempo parcial. Pero ese porcentaje se incrementa notablemente hasta un 22,3 % cuando hablamos de mujeres. En Euskadi los datos no son mejores: el 25,8 % de los contratos que se hacen a mujeres son a tiempo parcial.

Los “falsos autónomos” también forman parte de la precarizada población trabajadora. Estos empleados son obligados a darse de alta como autónomos para evitar que disfruten de los derechos que tienen los trabajadores por cuenta ajena. Y también, ya de paso, para que hacer que las empresas se ahorren el pago de sus cotizaciones. Afortunadamente, este año 2020 el Tribunal Supremo dictaba una sentencia en la que se declaraba que los “riders” eran trabajadores por cuenta ajena.

Esta precarización de las relaciones laborales conlleva el incremento del número trabajadores pobres: personas que pese a tener un trabajo únicamente pueden limitarse a sobrevivir.

La pandemia generada por laCOVID19 nos ha golpeado con fuerza todos, pero lo ha hecho con especial crudeza y virulencia con los precarios. Muchos no pudieron cobrar la prestación por desempleo tras ser despedidos al inicio del estado de alarma, algunos porque tan siquiera estaban dados de alta. Otros sobreviven con una prestación pequeña, consecuencia de tener un contrato a jornada parcial.

Está claro que ante este panorama se debe de trabajar por un empleo de calidad que elimine la precariedad laboral que sólo sirve para hacer más rico a quien ya lo es a costa de la pobreza de quien día a día acude a su puesto de trabajo.»

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