Hoy se celebra el Día mundial de las personas trabajadoras y es difícil pensar en momentos de mayor incertidumbre que los actuales. Enfrentarse a una pandemia que está causando tanto dolor y daños se está convirtiendo en nuestro día a día, pero ni es fácil, ni es agradable. Sin la inmensa labor realizada por todo el personal de los servicios esenciales sería casi imposible superar esta pandemia.
Y su entrega y solidaridad nos empuja a seguir, porque la crisis ocasionada por el covid19 es una oportunidad que no podemos dejar pasar para poner a las personas y al planeta en primer lugar. Si no asumimos que el bienestar de las personas y el planeta están interrelacionados, las reacciones a la crisis agudizarán la situación de partida.
Casi nadie dudará de que debemos fortalecernos para afrontar mejor crisis semejantes en el futuro. Esta crisis sanitaria no puede hacernos olvidar que ya estamos inmersos en una emergencia climática y una crisis de pérdida de biodiversidad que están degradando el planeta y nuestra vida.
Para salir de esta situación necesitamos un mundo más sostenible y justo donde se garanticen nuestras fuentes de riqueza principales: la salud, el empleo y la naturaleza. Centrar aquí los esfuerzos supondría focalizarnos en construir una sociedad para prosperar y no sólo para sobrevivir.
La tarea es enorme. Una transición ecológica que nos convierta en una sociedad sin emisiones, resiliente y que restaure y preserve el patrimonio natural será el motor económico de la restauración tras la pandemia. Necesitamos un mayor estímulo, más inversión en proyectos sin emisiones de carbono y más ayuda inmediata para quiénes están detrás de la economía real, en nuestro campo y en nuestra ciudad. Garantizar un sistema sólido de derechos sociales y de unos servicios públicos robustos. Velar por la protección frente a las violencias y la discriminación. Mejorar la calidad del espacio democrático.Y apostar por una gobernanza global eficaz, eficiente y efectiva en materia de medio ambiente, derechos humanos y derechos sociales y en defensa de los bienes públicos globales y la solidaridad entre personas, pueblos, países o regiones.
No podemos volver a cometer los errores de la crisis financiera de 2008, donde la lucha contra el cambio climático y la salud del planeta (y de las personas) fueron relegados, mientras que los intereses económicos a corto plazo dominaron y estuvieron presentes en la agenda política.
Desde Greenpeace articulamos esta recuperación en cuatro ámbitos sobre los que desarrollar una economía resiliente y diversificada que haga posible la transición.
- Focalizar y priorizar la creación de empleo de calidad en sectores como la salud y la educación, las energías renovables, la modernización de edificios y construcción de viviendas sostenibles, la agricultura y ganadería ecológicas, la pesca sostenible, el mantenimiento y el desarrollo de las redes de transporte público, la industria conectada y anclada en procesos libres de emisiones y eficientes en el uso de energía, la gestión de infraestructuras verdes, el turismo respetuoso con la gestión del medio natural, especialmente con nuestras playas, actividades económicas que restauran y preservan el patrimonio natural para las próximas generaciones, el desarrollo de empleos asociados a la economía circular, fomentando el retorno, la reparación y la reutilización en el ámbito textil, siderúrgico y de los residuos.
- Acelerar la transición energética desde nuestro actual sistema sistema eléctrico del 40 al 100% renovable, sin alargar la vida de las nucleares ni de las centrales de carbón, reformando el mercado eléctrico y no deshaciendo el camino recorrido durante el 2019 ni paralizando el avance hacia la descarbonización en otros sectores ahora afectados por la crisis, como el sector del automóvil y la aviación. Para ello se hace necesario el compromiso del sector privado para mantener empleos y redirigir sus carteras hacia inversiones en sectores descarbonizados.
- Un paquete de inversiones estratégicas orientadas a la mejora de las condiciones de habitabilidad de la población más vulnerable, a la eficiencia y sostenibilidad de todo lo construido, a la solarización de edificios públicos y de barrios vulnerables (para generalizar el autoconsumo energético y la energía ciudadana compartida), compra pública verde que se traduzca en mejoras en la red de transporte público, mejora de las comunicaciones y la fiscalidad contra la despoblación rural y otras formas de diversificación económica, para fortalecer el ámbito rural y otras formas comunitarias que han demostrado ser claves para que las sociedades sean resilientes.
- Apoyo y revisión de los servicios públicos para favorecer a la sociedad. Invertir en el desarrollo de capacidades que favorezcan el bienestar del conjunto de la población, en sectores útiles para el cuidado de la vida y de las comunidades. Es necesario el cuidado de los activos públicos existentes: sistema sanitario, sistema educativo, redes de transporte público local, regional o nacional, empresas públicas de vivienda, la puesta de las redes e infraestructuras eléctricas y de agua al servicio de la transición y de la participación de las personas y comunidades. Además, avanzar en una reforma fiscal justa que tenga en cuenta la fiscalidad verde y el principio de quien contamina paga.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que las acciones para limitar el calentamiento del planeta a 2 ºC facilitarán la creación de 24 millones de nuevos empleos en todo el mundo para el año 2030, lo que equivale a la creación de cuatro empleos por cada uno perdido en los sectores del carbón y del petróleo. Un informe reciente describe los nuevos empleos que se crearán con la transición energética: 132.000 nuevos empleos además de atraer 100.000 millones de euros de inversión en España. En un estudio que realizamos en Greenpeace calculamos que la apuesta decidida por un modelo energético 100% renovable generaría en un escenario a 2030 tres millones de empleos. Para 2030, se espera que la transición cree 1,2 millones de puestos de trabajo adicionales en la UE, además de los 12 millones de nuevos puestos de trabajo ya previstos. Únicamente con el desmantelamiento de centrales nucleares se generarían 100.000 puestos de trabajo y el incremento de renovables que esto supondría elevaría el empleo en 200.000 más. También hay estudios que indican que si se duplica la participación modal del ciclismo, se podrían crear más de 400,000 empleos adicionales, alcanzando un total de más de un millón de empleos en la economía de la bicicleta. Y son sólo algunas de las muchas cifras que se manejan.
La pandemia nos ha reflejado ante los espejos y nos ha devuelto nuestras imágenes reconociéndonos muy vulnerables. Enfrentar la vulnerabilidad requiere evolucionar hacia un nuevo modelo económico libre de carbono que no deje a nadie atrás y que evite esa corriente en la que se capitaliza la vida y los beneficios y se socializan constantemente las pérdidas.
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