En el contexto del ciclo de conferencias que desde distintos colectivos de la provincia de Ávila queremos impartir, en relación con la represión sufrida por los maestros o con las actividades que se desarrollaron en nuestros pueblos a través de las misiones pedagógicas queremos hacer reseña breve de algunas de ellas.
Respecto de la represión a que fueron sometidos muchos de los maestros y maestras de los diversos pueblos de nuestra provincia, vamos a hacer hincapié, por una parte en aquellos que fueron asesinados y, por otra, de los que tuvieron algo más de suerte y, después de sufrir buena parte de las penas a que fueron condenados por el régimen surgido del golpe de estado de julio de 1936, pudieron volver a ejercer, por unas u otras causas, su encomienda.
En cuanto a los primeros, nos vamos a centrar en tres de ellos, tal vez los más conocidos. A saber, Daniel González Linacero, Belisario Hernández Roldán e Hilario Gutiérrez Palacios.
De los tres hemos compartido con familiares y personas que tuvieron relación con ellos momentos únicos, íntimos, muy emotivos…
Las historias de todos ellos se van haciendo cada vez más grandes a medida que encontramos retazos sueltos de sus vidas y de sus muertes.
Algunas fotografías, relatos, recortes de prensa, en otros casos artículos escritos por ellos mismos que ponen de relieve la profunda humanidad que atesoraban y el enorme cariño que le tenían a la misión que desempeñaban.
Dice Belisario de sus niños: «Yo no recuerdo nunca haberme visto en .la necesidad de castigar ni menos tener que pegar a un niño teniéndome todos ellos más que respeto cariño, un cariño quizá que les lleva a querer en todo momento complacerme con su amor al estudio y su aplicación durante las clases».
Y Daniel González Linacero, en el prólogo de su ‘Primer libro de la historia’ escribe: «Si con las líneas que siguen conseguimos despertar el afán inquisitivo de los muchachos y desviar hacia perspectivas más interesantes y más humanas la enseñanza de la Historia, nuestra satisfacción será completa».
Hilario Gutiérrez Palacios escribe en la publicación mensual del Círculo Cultural Mercantil de Arévalo en diciembre de 1936: «Cuando es auténtico, un libro es un mundo. El mundo del autor. Los libros son decires. Los libros son útiles, creados por el hombre para su servicio, para el servicio de su cultura; del cultivo de su espíritu».
Después están los maestros purificados, aquellos de los que el Premio Cervantes, don José Jiménez Lozano, dice: «…entonces, si un maestro o un médico o gente de ésta habían tenido ideas, se los purificaba. O sea, que estaban en la cárcel o desterrados como rojos en algún pueblo, sin ejercer lo que fueran: médicos o maestros, y así se purificaban o tenían “la depuración” que se llamaba».
Para terminar nos adentraremos en el arduo trabajo de encontrar reseñas de a qué pueblos de nuestra tierra vinieron aquellos misioneros de la Cultura que traían libros, música, cine, en algunos casos copias de las pinturas del Museo del Prado. Recorrían los polvorientos caminos de la España reseca en destartaladas camionetas y mostraban a los asombrados lugareños tesoros que muchos de ellos nunca habían visto y, salvo por la ingente labor que se hizo por parte de las Misiones Pedagógicas, habría sido muy difícil que nunca hubieran podido llegar a ver.
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