Seguramente no fue la mejor, pero fue la posible.
Seguramente tiene defectos, pero tiene una gran virtud: surgió del consenso político y fue refrendada por el pueblo.
Seguramente es imperfecta, pero sostiene la España democrática de la que seguimos disfrutando con las mayores cotas de bienestar de nuestra historia.
Y es que tan importante como el fondo de los derechos y obligaciones que contiene, tan importante como su articulado, es la enseñanza sobre los ingredientes necesarios para proyectar al país hacia otros cuarenta años de progreso y transformación: no sirven las medias Españas que se miran de frente y se niegan la razón de ser.
Sin vocación de diálogo y consenso, la Constitución se debilita. Sin Constitución, no hay Democracia.
¡Viva la Constitución!
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