En el marco del ciclo de conferencias “Un personaje, un edificio” organizado por la UNED de Ávila, el Palacio de los Serrano acogió una sesión dedicada a la figura de Mariano José de Larra y al Palacio de Polentinos.
La jornada contó con las intervenciones de dos destacados expertos: el profesor Maximiliano Fernández Fernández, director de la Institución Gran Duque de Alba y profesor titular en la Universidad Rey Juan Carlos, quien ofreció una exposición sobre Larra desde una perspectiva literaria y biográfica; y la profesora María Isabel López Fernández, decana de la Facultad de Educación y Turismo de la Universidad de Salamanca y delegada del rector de la USAL en Ávila, quien centró su ponencia en el Palacio de Polentinos como escenario histórico y arquitectónico relevante en la época.
La exposición de Maximiliano Fernández, se centró en la figura de Mariano José de Larra y su compleja vinculación con la ciudad de Ávila, abordando tanto su dimensión política como personal. Fernández, uno de los mayores expertos en la trayectoria política de Larra, compartió con los asistentes los resultados de sus investigaciones, muchas de ellas recogidas en su trabajo Larra en las elecciones de 1836. Cómplices y adversarios. Durante la conferencia, explicó con todo detalle el proceso por el que el célebre escritor romántico fue elegido diputado por la provincia de Ávila en las Cortes revisoras de ese mismo año.
Larra, conocido por su independencia de pensamiento y su crítica mordaz al sistema, aceptó sin embargo el apoyo del partido moderado y de diversas autoridades de la provincia para conseguir el escaño. Fernández desveló cómo el escritor utilizó su influencia para gestionar movimientos políticos que beneficiaron a su causa. Entre quienes apoyaron su elección figuraban Domingo Ruiz de la Vega, gobernador civil de la provincia; Ramón Ceruti, secretario del Gobierno Civil; y Alfonso Carrero, vicepresidente de la Diputación de Ávila e intendente general de la provincia, tío de Dolores Armijo. Esta contradicción entre los ideales del autor y sus actos políticos generó en Larra un creciente malestar y aislamiento, que se hizo evidente en sus escritos posteriores.
El investigador también dedicó un amplio espacio a la faceta más íntima del escritor, centrada en su intensa y tormentosa relación con Dolores Armijo, una mujer sevillana casada, culta y aficionada a la poesía, con la que Larra mantuvo un romance desde 1831. La relación, marcada por la pasión, el secreto y el dolor, se quebró definitivamente en 1834, cuando Dolores se trasladó a Ávila para refugiarse en casa de su tío Alfonso Carrero. Larra intentó reconciliarse viajando a la ciudad, pero su intento fue infructuoso. La figura de Dolores sobrevoló toda la charla como símbolo del amor romántico imposible, pero también como testimonio de las redes sociales y familiares que influían en la vida pública de la época.
El desenlace de esta historia es tan conocido como trágico. El 13 de febrero de 1837, Dolores Armijo viajó desde Ávila a Madrid para recuperar las cartas que ella misma había escrito a Larra y comunicarle la ruptura definitiva. Horas después de su partida, Larra se quitó la vida con un disparo en la sien. Tenía tan solo 27 años. Fue su hija Adela quien lo encontró muerto en su domicilio.
Maximiliano Fernández fue claro en su exposición sobre las causas del suicidio: para él, no fue probablemente una consecuencia del desengaño amoroso, sino fruto del creciente desencanto político y social que Larra arrastraba. En palabras del propio escritor, recogidas por Fernández, Larra sentía que no podía “resistir más las calumnias y la infamia” de los periódicos y de los políticos de su época. La presión pública, el desprestigio y la frustración con una sociedad que no se dejaba transformar fueron, según Fernández, factores decisivos en el fatal desenlace.
La conferencia también repasó otros aspectos fundamentales de la vida y obra de Larra. Nacido en Madrid en 1809, durante la ocupación napoleónica, pasó parte de su infancia exiliado en Francia junto a su padre, médico del ejército de José Bonaparte. Esta etapa marcó su educación ilustrada y liberal. A su regreso a España, estudió Derecho y Medicina, aunque pronto abandonó ambas carreras para dedicarse a la literatura y el periodismo.
Con seudónimos como “Fígaro”, “El Duende” o “El Pobrecito Hablador”, escribió más de 200 artículos en los que criticó la hipocresía, la burocracia y el atraso cultural de la sociedad española. Textos como Vuelva usted mañana o El castellano viejo son ejemplos brillantes de su ironía y su compromiso social. Además, escribió obras de ficción como la novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente o el drama Macías, que muestran su sensibilidad romántica y su visión desencantada del mundo.
La muerte de Larra conmocionó a la España literaria. El joven José Zorrilla, por entonces desconocido, leyó una elegía en su entierro que marcaría el inicio de su carrera como poeta. Años más tarde, en 1902, los restos de Larra fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, donde descansan como símbolo de una generación que quiso cambiar España y no pudo.
Con su intervención en el ciclo “Un personaje, un edificio”, Maximiliano Fernández no solo recuperó con rigor y pasión la figura de Larra, sino que también ofreció una valiosa reflexión sobre el papel de los intelectuales en la vida pública, las contradicciones del poder y las heridas profundas de un país que, en muchos aspectos, sigue debatiéndose entre el idealismo y la realidad.
Por su parte Isabel López Fernández habló sobre la trayectoria del Palacio de Polentinos. López ofreció un recorrido exhaustivo por la historia y la arquitectura de este singular edificio, al que definió como una de las joyas del Renacimiento civil castellano y ejemplo sobresaliente del estilo plateresco en España.
Según explicó la conferenciante, el Palacio de Polentinos, también conocido como Casa de los Contreras, fue mandado construir a comienzos del siglo XVI por Juan de Contreras, comendador de la Orden de Santiago y miembro de una influyente familia hidalga abulense. Su construcción respondió al modelo de las residencias nobiliarias castellanas del Renacimiento, con una fuerte influencia italiana. La Dra. López atribuyó su diseño al círculo artístico de Vasco de la Zarza, escultor y arquitecto formado en los ideales del Humanismo, que supo conjugar la tradición gótica con las formas clásicas importadas del Quattrocento.
Durante la conferencia, la profesora López Fernández se detuvo con especial atención en la fachada del palacio, que calificó como una de las más bellas del plateresco civil español. Tallada en piedra
de granito, presenta una profusión de motivos ornamentales, entre los que destacan escudos nobiliarios, medallones con bustos clásicos, trofeos militares, coronas y palmas griegas. Señaló que el matacán que remata la portada tiene una función más simbólica que defensiva, y explicó cómo el conjunto refleja la transición del gótico tardío a los nuevos lenguajes del Renacimiento. También subrayó la relación entre esta fachada y otras obras contemporáneas de Salamanca y Valladolid, dentro de un mismo contexto de mecenazgo y competencia artística entre linajes castellanos.
En cuanto al interior, describió con detalle el patio central, una estructura cuadrada de doble altura que representa la racionalidad del modelo renacentista. Con columnas de orden dórico en la planta baja y jónicas en la superior, este patio se inspira claramente en los ideales de orden y simetría del Renacimiento italiano. La doctora destacó los escudos esculpidos en los dinteles, los frisos vegetales, y la armonía compositiva del conjunto, y lo comparó con otros patios de palacios contemporáneos como el de Monterrey en Salamanca. Además, mencionó el artesonado mudéjar que aún conserva una de las salas nobles, ejemplo de la persistencia de formas tradicionales en diálogo con las nuevas corrientes artísticas de la época.
Uno de los momentos más interesantes de la intervención fue la reconstrucción que hizo la profesora López Fernández del devenir histórico del edificio. Explicó cómo, tras su construcción por la familia Contreras, el palacio pasó en el siglo XVIII a manos de los Condes de Polentinos, a través del matrimonio de María Antonia de Contreras y Santisteban con Francisco José de Colmenares y Fernández de Córdoba. Esta unión marcó el cambio de denominación del inmueble, que desde entonces adoptó el nombre por el que hoy se le conoce. Más adelante, ya en el siglo XIX, el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Ávila y pasó a formar parte del patrimonio público.
Fue a partir de 1875 cuando el Palacio de Polentinos comenzó su etapa como sede militar. Primero albergó la Academia de Administración Militar, y posteriormente, a partir de 1911, la Academia de Intendencia del Ejército, uso que mantuvo hasta 1992 con un paréntesis entre 1931 y 1939. La doctora resaltó la importancia que tuvo esta función formativa en la conservación del edificio y en su mantenimiento como centro de actividad institucional. Gracias a su uso militar, se preservaron muchos elementos originales, y a finales del siglo XX se acometieron obras de rehabilitación bajo la supervisión del Ministerio de Defensa y la Junta de Castilla y León.
Desde 1993, el palacio alberga el Archivo General Militar de Ávila, y desde 2011, también el Museo de Intendencia del Ejército Español. La profesora destacó la extraordinaria labor de conservación y musealización realizada en los últimos años, que ha permitido no solo proteger el patrimonio arquitectónico, sino también ponerlo al servicio del conocimiento y de la ciudadanía. El museo, según explicó, no solo permite recorrer la historia logística del ejército español, sino que también ayuda a contextualizar el papel del edificio en la historia de la ciudad y del país.

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