Venia yo en mi flamante auto escuchando música cuando ha venido a mi mente esa etapa muy bonita que coincidía con ese mítico lugar, ese templo de los placeres de la vida, ese lugar de las relaciones humanas conocido como el Paparazzi.
Allí me he pasado horas entre cubata y cubata, risas y más risas y lances amorosos esporádicos (y decepciones de los mismo), en esta santa hermandad de la que formábamos parte todos o la gran mayoría de los que allí echábamos raíces todos los sábados del año. Y allí estábamos todos, fascistillas y rogelios, heteros y gays que no habían salido del armario y demás gente amante de la noche en santa armonía y buen rollo.
No hacía falta el iphone para quedar, no hacían falta todas esas modernidades que hoy necesitamos como el comer, nada de eso hacía falta. Sabíamos perfectamente que todos estábamos en el Paparazzi, a la misma hora, con el mismo cubata y con la misma pose. Daba igual si eras de Madrid, bolero, pelón, de Casillas o de cualquier parte del globo, era lo mismo, allí no había patrias, esa era tu casa y eras bien recibido.
Cada sábado como si de una religión se tratara te personabas allí con tus mejores ropas de "sábado por la noche" oteando el horizonte, impregnado con agua de colonia barata como si no hubiera un mañana y bien peinaó. Esa necesidad que tenemos los seres humanos para aparearnos hace que en este caso fijarnos en las hembras (al revés también ocurría que quede claro) que allí se cimbreaban con sus ricos plumajes llamativos, con la música de moda que siempre sonaba en el Paparizzi, hacía que ese lugar fuera el paraíso terrenal. No existía ser humano capaz de escapar de allí, como le pasó a Ulises y las sirenas de cantos celestiales.
Pero todo lo bueno se acaba, y se acabó el Paparazzi, quedándonos todos un poco huérfanos. Aquellas conquistas esporádicas se convirtieron en nuestras mujeres, y esas uniones nos trajeron nuestra descendencia y en este transcurrir de la vida toda la santa hermandad del Paparazzi nos dispersamos por el mundo en una diáspora parecida al pueblo hebreo. Y pasó el tiempo y aquel mítico lugar se convirtió en una farmacia como evolución natural de los que antes éramos jóvenes y hoy necesitamos partillas para tener bajo control la tensión o el colesterol.
Pero el tiempo está regido por Dios, y ese Dios de las noches interminables nos trajo "los amigos de Paparazzi" como segunda oportunidad que nos da la vida. Y aquí estamos todos como si hubiéramos viajado en el tiempo y como si nos hubiéramos preguntado treinta años antes en el primer Paparazzi, donde estaríamos dentro de treinta años. Estamos casi todos los que yo recuerdo, eso si, mas calvos algunos, más gordos otros, algunos jubilados ya, otros con nietos y algunos que ya ni te suenan porque andan muy estropeados o por lo menos así lo veo yo.
Tengo que dar las gracias al dueño de "los amigos del Paparazzi" por hacer este esfuerzo y recomiendo a todo el mundo que acuda en masa (cuando se pueda claro) puesto que se respira el mismo ambiente de antaño, con mi misma gente y no lo podemos dejar caer.
Espero que dentro de veinte años no tengamos que hablar del nuevo local que asuma las tradiciones del "Paparazzi" más el de "los amigos del Paparazzi" y que tendrá como nombre "los abuelos del Paparazzi"
¡Ay que nostalgia tengo! que ni me aguanto.
PD. Luis si lees este artículo decirte que te odio por cerrarnos el Paparazzi. No tienes corazón. (todo desde el cariño claro)
TRESPASSOS
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