Hoy ha sido un día duro para mí después de enterarme de la muerte de Arancha y la mejor manera de sufrirlo es haciendo público ante ustedes el dolor que siento.
No he tenido mucha relación con ella, mas con sus padres, hermano y tíos, pero esta muerte la siento como si fuera propia, como si fuera de mi familia, ya que mis amigos y sus familias , en este caso su tío César, son mi familia. Lo poco que la he tratado me ha parecido una persona esencial en este mundo, una persona que todos necesitamos que esté cerca. Era la alegría personificada y la bondad superlativa. Era el trabajo incansable y permanente con una calidez que quemaba. Era un ser humano de esos que podríamos decir irrepetible y es por esto que el vacío que nos ha dejado va a ser difícilmente ocupado por alguien .
No sé que va a ser de nosotros sin ella. Nos tocará deambular por el mundo en busca de una persona así, pero ya les digo que esa será una lucha casi imposible, una búsqueda infinita.
Hoy entre lagrimas que no acaban de nacer, suspiros que me rasgan el corazón, recuerdos que estarán ahí hasta que Dios quiera, he de confesarles que también he muerto un poco.
Hasta siempre Arancha.
MANUEL MONTERDE
Sotillo Digital
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