Estos días no han cesado las noticias asociadas con las desaladoras o desalinizadoras. El debate está ahí: agua desalada, ¿sí o no? Pero como todo, la respuesta no es tan simple, ni tampoco tan evidente.
Desalar agua no es nuevo, se trata de un proceso que separa la sal del agua del mar o de las aguas salobres para hacerlas potables o útiles para otros fines. La tecnología más extendida actualmente es la ósmosis inversa. El proceso es simple, mediante la aplicación de una presión mecánica se logra hacer pasar el agua salada a través de una membrana artificial para separarla de la sal y así obtener agua pura (50% agua dulce, 50% salmuera).
Pero todo este proceso conlleva varias consecuencias y problemas:
El problema de la energía
La energía eléctrica que se consume: el proceso para vencer la presión osmótica de las membranas (70 kg/cm2), bombear el agua desde su origen y después a los depósitos de almacenamiento y finalmente para verter el residuo al mar requiere grandes cantidades de energía.
El problema de la salmuera
El residuo de las desaladoras, la salmuera. Se trata de un vertido contaminante muy concentrado en sales, que presenta diferencias de pH y temperatura respecto del agua original y contiene productos químicos como biocidas, anti-incrustantes, anti-espumantes y metales pesados, que luego son vertidos al mar, no sin impacto.
El impacto en la costa
Un impacto paisajístico de la propia construcción de la planta desaladora en zonas costeras: hablamos de grandes complejos industriales en nuestras ya castigadas costas.
El coste económico
El precio: actualmente desalar 1 metro cúbico de agua consume unos 3 kW frente a los 50 kW/m3 de hace unos años, esto supone que los 1.000 litros de agua cuesten entre 0,70-0,80 céntimos de euro, dependiendo de la planta. Hablamos de pagar un alto precio económico por un proceso que la naturaleza nos regalaba.
El ‘efecto llamada’
Otro de los problemas indirectos que plantea también la desalación es el gran impacto social que pueden generar estas instalaciones al abonar la falsa idea del agua como recurso infinito y alentar la construcción de nuevos desarrollos y complejos urbanísticos en la costa (urbanizaciones, hoteles, campos de golf, parques temáticos…).
Las desaladoras no pueden servir en ningún caso para fomentar y/o consolidar políticas agrícolas, ganaderas, urbanísticas y turísticas con crecimientos incontrolados y dar por bueno un modelo insostenible de desarrollo que llevaría aparejado una brutal destrucción de los ya diezmados recursos naturales de la costa mediterránea.
Las desaladoras están de actualidad porque la falta de agua nos hace agudizar el ingenio: falta agua en una comunidad, llevemos el agua desalada en barco a otra comunidad. Está claro que nadie debe sufrir las consecuencias de la falta de agua, pero solucionar un problema no solo de sequía, sino de sobreconsumo y de desertificación moviendo agua de aquí para allá, solo es un parche que no soluciona el problema.
Mover agua en barcos, hacer más embalses, o más desaladoras no va a solucionar la sequía, tampoco va a hacer que llueva. Por todo ello, la desalación debería ser la última de las opciones a adoptar entre todas las actuaciones posibles. Existen medidas de optimización de los recursos hídricos más rápidas y económicas para combatir las sequías que vendrán en el futuro. Ello permitiría evitar la construcción de muchas de las plantas proyectadas con inversiones millonarias que podrían destinarse a ayudas y mejoras de los sectores afectados.
«La desalación debería ser la última de las opciones a adoptar entre todas las actuaciones posibles«
Por eso tenemos que plantear políticas estatales para preservar nuestras reservas naturales y estratégicas de agua, que son nuestros acuíferos, es decir, estimar cuánta agua vamos a tener y cuánta agua podemos gastar y en qué. Y por ahora sabemos que el agua “se nos va” en robos, en pozos ilegales, en regadíos de agricultura intensiva, y por si fuera poco la que nos queda acaba contaminada por los nitratos de agricultura intensiva y macrogranjas. Debemos proteger estas reservas estratégicas de la sobreexplotación, el robo de agua y de la contaminación provocadas por la desmesurada agricultura y ganadería intensiva e industrial. Y adaptar nuestro crecimiento al agua disponible ahora y en el futuro, pues en ello nos va la vida.
Si algo ha quedado claro, y debería servir para avanzar, es que el cambio climático está aquí, traerá más sequías y menos agua. Hay que avanzar y trabajar en la línea de tener “agua para todos, pero no agua para todo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario