Lo reconozco soy futbolero. Menos que de joven pero aún lo suficiente como para tener un nudo en el estómago cuando juega mi Real Sociedad y disfrutar como un niño cuando pierde el Real Madrid (menos de lo que me gustaría la verdad…). Y es que el futbol va de esto: se sentimientos y emociones. Es verdad que es un negocio, un negocio montando sobre un espectáculo de masas que alegra la vida durante un rato a los que nos gusta, durante muchos ratos a los que se forran con él y que amarga a otros muchos que nos distinguen la vida real de todo esto.
Durante algún tiempo –ahora creo que aún lo creen pero lo esconden más ante el fracaso que han obtenido– algunos miraban por encima del hombro a los que nos poníamos una camiseta de nuestro equipo y la paseábamos orgullosos por la calle. Nos trataban como unos paletos atrasados mientras ellos se vestían de quechua para salir a pasear con sus perros y abrazar árboles o idolatrar cualquier moda venida de Oriente. Creían que por disfrutar del balompié, no lo hacemos del teatro, la literatura, la música, la belleza…, y se confundían. Lo que éramos era ajenos a su estupidez –bastante tenemos con la nuestra-. Uno puede leer a Sartre y ser un anormal –lo cual es lógico– y otro leer el Marca y tener más sentido común y cultura que un catedrático de universidad –lo que también es habitual-.
La vida es sentimiento. Es forofismo. Es ilusión. Es decepción. Y el fútbol nos da todo eso y más, mientras lo disfrutamos como mejor podemos, pasando frio por los campos donde nuestros hijos se dejan los tobillos durante muchos años u ondeando una bufanda en una grada. Nos ayuda a pasar un buen rato en comunidad. Y eso ya es mucho.
Además nos permite decir en voz alta en cualquier sitio y con toda convicción, por ejemplo, que Vinicius es un payaso. Qué es un buen futbolista, de los mejores, pero un autentico mamarracho en pantalones cortos. Y no es racismo, porque el Madrid es ya como la selección de Guinea y nadie resulta tan detestable como el brasileño. Es que es mala persona y un tipo que en el futbol de los 80 habría tenido ya varias roturas de peroné.
Pues esto, lo puedes decir y discutir en cualquier bar sin problemas – o con alguno, la verdad-. Y que otro forofo contrario te rebata y te diga que si Negreira tal o cual… y tu poder decirle que el Madrid, el Barca o el Atleti roban más que el tito Berni…, y no pasa más, o si. ¡Pero no todo va a ser discutir por la amnistía, Putin o la llegada del fascismo!
Lo reconozco, soy culpable: me gusta el futbol. Y por tanto formo parte de esa inmensa mayoría de aborregados heteropatriarcales. Sin problemas.
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