«Un país no va bien si cada vez hay más personas en riesgo de pobreza y exclusión social, si cada día más gente es incapaz de cubrir sus necesidades básicas y si quienes lo dirigen no hacen nada para tratar de poner fin a esa situación.
En mayo de 2020 el Parlamento aprobó el Ingreso Mínimo Vital (IMV). En Euskadi ya existía una prestación similar: la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) que incluso mejora algunos aspectos. Uno de ellos es la cuantía económica. En función del número de personas que engloben la unidad de convivencia se puede percibir en el caso del IMV un importe máximo que va desde 461,5 € hasta 1.015,73 €; mientras que en la RGI esos importes irán desde 693,73€ hasta 1.035,86 €, incrementándose desde 795,95 € hasta 1.124,98 € en caso de ser pensionista.
Para poder acceder al IMV se debe de contar con ingresos cuyo computo mensual sea inferior a la cuantía de la prestación que corresponda en cada caso y no tener un patrimonio superior a 16.614€ para personas solas que se irá incrementando hasta 36.550,8 € en caso de un adulto con 3 menores o 2 adultos con 2 o 3 menores. En la RGI los ingresos también deben ser inferiores a la cuantía mensual de la prestación y el patrimonio no debe superar desde los 35.805€ en caso de personas solas hasta los 55.459,68 € en caso de pensionistas con 3 o mas personas en la unidad de convivencia.
Estas prestaciones, que son compatibles entre sí, no son un derecho universal o individual: sólo podrán acceder a ellas quienes cumplan una serie de requisitos y en todo caso un máximo de 2 personas por unidad de convivencia. En ambas se exige un tiempo de residencia legal e ininterrumpida de al menos un año en España en el caso del IMV y de 3 años en Euskadi en el supuesto de la RGI. En este oscuro año 2020 muchas personas no tienen trabajo ni posibilidades de tenerlo ni prestaciones que les ayuden en estos momentos tan complicados, por lo que el IMV fue recibido con alivio.
Varios meses después de su aprobación la mayor parte de las solicitudes son denegadas. Los solicitantes no pueden salir de la situación de pobreza y exclusión social en que se hallaban y que se pretendía combatir. Sobreviven como pueden. La prestación ha quedado en nada para miles de personas. Está claro que necesitamos menos propaganda de las medidas y más efectividad en su aplicación, menos trabas y requisitos burocráticos absurdos y más facilidad en el acceso, menos derroche en cosas innecesarias y más ayudas a quienes más lo necesitan. Porque si algo está claro del IMV es que ha habido mucho ruido y pocas nueces.»
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