- Abrimos una brecha de 40 metros en el asfalto de la ciudad para reclamar una Ley de Agricultura Familiar ambiciosa, con apoyo real para una transición agroecológica justa con el clima, la naturaleza, el territorio y las pequeñas explotaciones que sufren los abusos de la gran agroindustria.
En este 17 de abril, Día de las Luchas Campesinas, hemos realizado una intervención artística sobre el asfalto de las afueras de Madrid. Un gran campo de cultivo de 30 metros de largo emerge entre el hormigón para la importancia de la agricultura familiar y social frente al modelo de agricultura industrial. Son fundamentales las pequeñas y medianas explotaciones familiares para el mantenimiento de un modelo agrario sostenible, justo y resiliente. En nuestras pancartas, varios mensajes muy claros:
“Planas, si matas el campo, nadie come”
“¡Ley de agricultura familiar y social YA!”
“No nature, no farmers”.
El modelo actual de agricultura está en crisis. Solo hace falta recordar las tractoradas por toda Europa pidiendo mejores condiciones para el sector. En España, el último censo agrario nos muestra que cada vez hay menos pequeños y medianos agricultores, y aumentan en tamaño y número las grandes explotaciones. Las explotaciones de más de 100 hectáreas (lo equivalente a 100 campos de fútbol), han aumentado un 9% respecto al censo anterior. Es decir, los grandes tenedores de tierras, la agroindustria y fondos de inversión van expandiéndose por en el territorio, con producciones intensivas, acaparando tierras, y en muchos casos, agua, mientras que los agricultores familiares van desapareciendo, y sólo tienen una opción: crecer o morir. Por ello, esta crisis tiene que ver también con el aspecto social de la agricultura, y cabe preguntarse, qué modelo de agricultura queremos, el de grandes superficies en manos de unos pocos, o el de pequeñas y medianas explotaciones familiares que vertebran el territorio.
«Los grandes tenedores de tierras, la agroindustria y fondos de inversión van expandiéndose por en el territorio, acaparando tierras y agua, mientras los agricultores familiares van desapareciendo»
En paralelo, las consecuencias del cambio climático no dejan un panorama muy halagüeño. El cambio climático está afectando ya de lleno a los cultivos, y por consiguiente, a nuestros alimentos. El aumento de temperaturas en épocas que no corresponden hace que muchos cultivos no prosperen. Las lluvias torrenciales erosionan los campos sin protección del suelo, los granizos destrozan los cultivos y las proyecciones auguran una reducción de hasta el 80% de las producciones en algunos cultivos por las consecuencias del cambio climático. A las sequías meteorológicas, cada vez más intensas y prolongadas, es decir, la falta de lluvias, se les suma la escasez, provocada por la mala gestión y la falta de un reparto justo del agua. Tanto una como otra, tienen el mismo resultado: menos agua para los cultivos y para nuestras cestas, alimentos más caros.
«Las proyecciones auguran una reducción de hasta el 80% de las producciones en algunos cultivos por las consecuencias del cambio climático»
Pérdida de suelo fértil
Por otro lado, la agricultura industrial e intensiva, y los que sacan rédito de ello, las grandes empresas de agroquímicos, está mermando la base para la producción: los suelos. Día a día, por la intensificación de la agricultura se está perdiendo suelo fértil. En vez de regenerarlo con prácticas adecuadas para su buena estructura, fertilidad y composición, lo que hacemos en “engancharlos” a los fertilizantes sintéticos, generando una dependencia que no frena esa pérdida. Precisamente esa agricultura intensiva basada en el monocultivo, fomenta que aparezcan más plagas (insectos, hongos, nemátodos..) y, por tanto, más necesidad de plaguicidas. En vez de evitarlo con buenas prácticas agrarias, como la rotación de cultivos, o la utilización de enemigos naturales como plantas o insectos beneficiosos, la intensificación de la agricultura, genera mayor contaminación de nuestras masas de agua subterránea, los acuíferos, y menos agua en cantidad y calidad a la que pueden tener acceso los propios agricultores y localidades cercanas. Para colmo, este modelo deja menos biodiversidad, como polinizadores y fauna silvestre, lo que finalmente merma la producción, el bolsillo del agricultor y el plato del consumidor.
Aunque la Agencia Europea de Medio Ambiente esté avisando de que el riesgo climático vinculado a la alimentación es crítico en las zonas del sur de Europa, como España, y que puede afectar a los medios de subsistencia rurales y costeros, al uso del suelo, a la salud de las poblaciones socialmente vulnerables y la economía en general, desde Bruselas se plantea que la solución a la crisis agraria es flexibilizar y simplificar medidas de la Política Agraria Común (PAC) que pueden ayudar a la mayor resiliencia de la agricultura frente al cambio climático y la degradación medioambiental, como son las Buenas Prácticas Agrarias y Medioambientales. Estas medidas pueden ayudar a frenar la desertificación en España, como ya anunciaba el MITECO en la Estrategia Nacional de lucha contra la desertificación. En un país donde el 75% del territorio está en riesgo de desertificación, estas prácticas ayudarían a la mejora de fertilidad, estructura y retención de agua de los suelos, la base de la producción de alimentos.
Ley con apoyo técnico y económico
Para favorecer el otro modelo, más vinculado al de pequeñas y medianas explotaciones, el Gobierno ha prometido una futura Ley de Agricultura Familiar. Desde Greenpeace consideramos fundamental que esta futura ley venga de la mano con el apoyo necesario para que los agricultores puedan adaptarse a las consecuencias del cambio climático y a la degradación medioambiental actual con una agricultura más sostenible.
Necesitamos que el Gobierno de España deje atrás la visión cortoplacista, y apueste por una agricultura más sostenible, de pequeños y medianos agricultores e incluya en la futura Ley de agricultura familiar un apoyo técnico y económico fuerte para poder realizar esa urgente y necesaria transición agroecológica de la agricultura española.
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