La semana pasada hubo una caída en las bolsas de todo el mundo y el PIB de Alemania, la principal economía de Europa, ya presenta números negativos. La mayoría de los analistas económicos se preguntan si ya no estamos en el inicio de una nueva recesión de la economía mundial.
La bolsa de Wall Street sufrió una de sus peores caídas en años, con picos negativos en las empresas de los sectores energético (-4,12%) y financiero (-3,57%) [1]. Un dato técnico es que la rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años cayó por debajo de la de los títulos a dos años (lo que se llama “inversión de la curva de rendimientos”), algo que no ocurría desde 2007 y que es considerado como indicativo de una dinámica recesiva [2].
En Europa, los principales índices cerraron en rojo: el de la bolsa de Londres perdió 1,13%, el de Frankfurt retrocedió 0,7, el de París terminó con un negativo de 0,27 [3]. En Asia, la bolsa de Tokio cerró con una fuerte baja de 1,21%, y Singapur se contrajo otro 1,2%, mientras que en Sidney (Australia) el mercado cayó 2%.
Los datos estructurales también muestran una dinámica cada vez más lenta. “El gobierno chino divulgó que su producción industrial se expandió 4,8% interanual en julio, el crecimiento más lento de este indicador desde febrero de 2002, lo que evidencia la debilidad de su demanda doméstica en plena disputa comercial con EEUU” [4].
Por su parte “El PIB de la eurozona (países de Europa con el euro como moneda) creció 0,2 % en el segundo trimestre, la mitad que en los tres meses previos” [5]. En ese marco, la producción industrial está en caída (-1,6 %) y, tal como señalamos, el PIB de Alemania, presenta números negativos: -0,1%.
La economía estadounidense está un poco mejor que la europea, pero, al igual que en los últimos años, no consigue “acelerar en subida”: está condicionada por factores estructurales y también por los coyunturales (el fin del efecto de la rebaja impositiva a las empresas), así como por la indefinición política sobre si Trump será reelecto. El propio Trump tuiteó contra la política de tasas de la Reserva Federal de su país (la “inversión de la curva de rendimientos”) porque conspiraba contra la dinámica de la economía [6].
Los factores detonantes
Casi todos los organismos económicos y financieros de la burguesía en el mundo creen que esta dinámica recesiva es prácticamente inevitable. Basta ver, por ejemplo, los informes y pronósticos, a lo largo de este año, en las páginas del FMI, del Banco Mundial, de la OCDE y del departamento financiero de la ONU.
Todos ellos consideran una serie de factores y procesos que contribuyen en esa perspectiva. En primer lugar, la guerra comercial-tecnológica entre Estados Unidos y China. En segundo lugar, las consecuencias negativas del Brexit cada vez más “traumático” (la salida del Reino Unido de la Unión Europea). En tercer lugar, ahora se ha agregado el derrumbe abierto de la economía y la moneda argentina, luego de la contundente derrota electoral del gobierno de Mauricio Macri.
Cada uno de estos procesos tiene, sin duda, un impacto negativo sobre la dinámica de la economía mundial: la guerra comercial-tecnológica entre Estados Unidos y China enrarece al extremo el clima del comercio mundial; el Brexit acabará perjudicando las economías de ambas partes y la situación argentina comienza a influir sobre Latinoamérica, en especial sobre el Brasil, la principal economía de la región.
Una gran tormenta de fondo
Sin embargo, con toda su importancia en el momento actual, estos procesos deben ser considerados como expresiones de problemas muchos más estructurales de la economía mundial y, en este sentido, como posibles detonantes de una caída mucho más profunda que una recesión cíclica.
La crisis económica mundial que estalló en 2007/2008 es considerada la peor desde el crack de 1929 y tenía una dinámica devastadora para el capitalismo imperialista, en el marco de un proceso de acumulación cada vez volcado a la especulación y el parasitismo. Por eso, la consideramos como el inicio de lo que Trotsky denominaba una serie o curva descendente de ciclos [7]. Esta curva descendente, para nosotros, se mantiene hasta hoy.
Esta crisis amenazó derribar el sistema bancario financiero-mundial, hoy en el centro de la dinámica de esa acumulación. Los gobiernos imperialistas y de los países no imperialistas más fuertes inyectaron cantidades absurdas de dinero para salvar ese sistema (las famosas “inyecciones de liquidez”).
Consiguieron evitar así la quiebra y detener la dinámica de “plano inclinado” de la producción y el comercio mundial. Pero lo hicieron a un doble costo. Por un lado, los bancos e instituciones financieras tomaron ese dinero para cubrir sus pérdidas y recapitalizarse, mientras su efecto sobre la producción real fue muchísimo menor que los volúmenes de dinero inyectado. Por el otro, se fue armando lo que se llama la “burbuja de las deudas”: los Estados, empresas y familias tienen deudas que triplican la base productiva real.
La curva descendente a la que nos hemos referido y este camino elegido por capitalismo imperialista como salida para los peores momentos posteriores a 2007-2008 son los que explican que, desde entonces, si bien hubo algunos ciclos de recuperación, estos fueron muy débiles. Explica también los temores de los economistas burgueses que estos hechos (guerra comercial-tecnológica, Brexit, derrumbe argentino) abran no solo una recesión cíclica sino una depresión (caída mucho más profunda y prolongada que una recesión) igual e incluso superior a la anterior.
Podemos graficar la situación diciendo que el capitalismo imperialista es como un motor semifundido. La burguesía no es capaz de cambiar el motor y tiene profundas dificultades para hacer una rectificación completa del actual, tanto por su propia conformación estructural como por la lucha de clases que debe enfrentar. Entonces, apeló a ponerle muchos litros de “aceite pesado” y el motor anduvo un poco más. Pero ahora está en peores condiciones que antes y ya se gastó casi todo el aceite pesado. Cada uno de los procesos analizados son expresiones de ese motor que ratea, expide humo de aceite quemado y amenaza pararse.
Habrá ataques aún más duros a los trabajadores y a las masas
Esta situación de la economía mundial tiene importantes efectos en el terreno político. Por un lado, agudiza la pelea entre los diferentes sectores burgueses a nivel internacional y nacional por la disputa de los mercados, la apropiación de la plusvalía, y por el control del Estado y de los gobiernos. Estas fracturas interburguesas son positivas para los trabajadores porque, como decía Lenin, abren grietas que favorecen la posibilidad de luchas y su desarrollo.
Sin embargo, en el marco de su feroz disputa, hay algo en que todos los sectores burgueses tienen acuerdo: atacar aún más a los trabajadores y las masas para descargar sobre sus espaldas el costo de la crisis y, más profundamente, intentar “rectificar el motor” de la economía capitalista llevándolo a un nivel superior de superexplotación.
Por eso, aumentan aceleradamente los despidos y el desempleo; se atacan o directamente se eliminan conquistas como la extensión limitada de la jornada de trabajo, los descansos semanales, las vacaciones y la jubilación; se reducen al mínimo los servicios sociales de los Estados, y recrudece la represión a las luchas de los trabajadores y las masas. Todos los gobiernos burgueses, sean de derecha o falsamente “populares”, no tienen otra alternativa que ser punta de lanza de esos ataques. Por su parte, para los trabajadores y las masas no queda otra alternativa que luchar ferozmente contra esos ataques, en una batalla que tiene mucho de supervivencia. En caso contrario, la perspectiva será de muchísimo sufrimiento.
La realidad actual vuelve a plantear la absoluta imposibilidad de “humanizar” el capitalismo desde adentro, como nos plantea gran parte de la izquierda mundial, y de su consecuencia lógica: “radicalizar la democracia [burguesa]”. Algo que también nos proponen los sectores burgueses populistas.
El camino de la lucha surge, como vimos, de una necesidad de supervivencia para los trabajadores y las masas. Un camino que cada vez más plantea como tarea, a la vez urgente y estratégica, la revolución obrera y socialista para derrotar al capitalismo imperialista y cambiar desde su raíz este sistema putrefacto y enemigo de la humanidad.
Notas:
[4] Ídem.
[6] Ídem.
[7] Ver el artículo “La curva del desarrollo capitalista” (1923) en:
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